BlackJacq

Aquí tenemos, por fin, aquello que hemos estado esperando con la ilusión de un niño a la puerta de un dentista, la quinta entrega del relato de Elías y Jacqueline. También aparece Mila y un detective estereotipado, pero incluirles alargaría inecesariamente el título. Espero que os guste a todos, y sin mayor dilación os dejo con el relato (3 páginas)

BlackJacq

Elías contempló el té sobre edulcorado que humeaba a escasos centímetros de él. Al otro lado de la mesa Jacqueline le contemplaba con la misma mirada dulce y afectuosa con la que le había mirado desde que posó sus ojos en él la primera vez que se vieron haría ya algunos meses. Elías le sonrió brevemente antes de terminar de dar cuenta de su café. Su convivencia era por lo general silenciosa y apacible, de compañía y presencia más que de palabra y acción. Cuando hubieron terminado Elías recogió los escasos utensilios que había utilizado para desayunar y se fue a su habitación para cambiarse de ropa y salir.
-No me apetece salir tan temprano, hace frío y humedad, y más frío todavía- contestó Jacqueline que se estaba retorciendo en el sofá. A Elías le sorprendía y encantaba el hecho de que nunca dejara una sola arruga, una miga, un rastro de suciedad para atestiguar su presencia, sólo su encanto flotando en el aire, y, a veces, el olor de su té.
-Pero luego nunca salimos, y tengo que hacer la compra, no vivo del aire ¿Sabes?-
-En eso tienes razón- Jacqueline tuvo que ceder ante la necesidad de sustento de la que su amado hacía gala. –Luego salimos a comprar- añadió en un bostezo.
-Está bien…- era su pulso de todas las mañanas, y él sabía que no podía resistirse a la adorable mirada de felino cachorrillo de aquella mujer. Al ir camino a su habitación Elías reparó en la puerta de su antiguo despacho, hacía mucho tiempo que no pensaba en él, que no recordaba el infierno que había vivido allí hacía algunos años.
-¿Por qué nunca entras ahí?- Le había preguntado alguna vez Jacqueline. Él por su parte se había limitado a explicarle muy por encima que le era desagradable y que sólo entraba para limpiarla, muy a pesar suyo. Durante algunos días hablaron de la posibilidad de contratar a alguien para que la limpiara, pues Elías no estaba dispuesto a permitirle la entrada a Jacqueline, pero al final la desecharon por el mismo motivo por el que la había limpiado durante tanto tiempo el propio Elías: la recomendación de su médico.
En aquel momento Elías recordó que hacía ya demasiado tiempo que no entraba allí para limpiar, y decidió, ya que no iba a poder salir, ponerse a ello. Con esta idea en mente cogió los escasos aparejos de limpieza de los que disponía de la cocina y se dirigió a su antiguo despacho de trabajo. Ya en la puerta respiró profundamente, y entró.

El bar tenía un estilo clásico que le agradó sobremanera, los apartados con bancos acolchados alrededor de la mesa, la barra en madera de roble, o al menos en una plausible imitación, la tenue iluminación, la música de Jazz, pero, sobre todo, el ambiente decadente y no obstante impoluto del local.
-Tequila, bien frío, dos tragos- se oyó decirle, no sin gran sorpresa al camarero, que estaba de espaldas a él y que le gruñó como única respuesta.
-Un hombre que sabe lo que quiere es un hombre de verdad- le dijo un extraño hombre con gabardina y sombrero que estaba sentado a su lado.
-Un poco estereotipado su aspecto ¿No le parece?- el hombre dio un pequeño respingo a modo de carcajada y le miró girando la cabeza. Iba a contestarle, pero el sonido del cristal estallando contra la madera interrumpió al desconocido. Ambos miraron al camarero, cuyos ojos, salidos de sus órbitas, se clavaron en Elías como la mantequilla en la pared, sin fuerza, y bastante pegajosamente.
-Al tipo le asustan los desconocidos, gajes del oficio- El desconocido tomó la botella de tequila y un vaso y los puso frente a Elías, que tomó un trago ipso facto.
-Me llamo Elías, ¿usted es?- el propio Elías estaba sorprendido por su actitud así como por su sociabilidad en aquel preciso aspecto.
-Bernie Jones, y sobre mi aspecto ¿Qué es un detective sin gabardina y sombrero?- el detective alzó su vaso repleto, como no, de whisky, y brindaron ante la mirada del camarero que aún no había sido capaz de mover un solo electrón de su ser.
-Totalmente de acuerdo, hay que respetar los tópicos- rió Elías. –Por cierto quien es el saxofonista, porque desde luego se merece una…- Al girar la cabeza se encontró con 17/3 blandiendo su saxofón contra el aire vacío. El corazón de Elías empezó a acelerarse junto con su respiración mientras sus pupilas permanecían atrapadas en aquella visión. Un chispazo vacío, un diferencial que salta en la lejanía, en cualquier caso, oscuridad y vacío silencio estéril.

(Sigue…)


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