Cuento osbre celuloide III
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Tercera entrega de este cuento espacial con el que llegamos al ecuador del mismo. Esto de tener que reorganizar las entradas es un poco aburrido, pero espero que el relato os anime el Lunes.

-Esto ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos Jack- nunca estuve seguro de cómo se llamaba aquel hombre, hacía de contacto para gobiernos de las lunas de Júpiter de ambos bandos por lo que nos vimos unas cuantas veces a lo largo de la guerra.
-Sí, Williams ha hecho un buen trabajo limpiando este sitio, ahora mismo es más seguro que muchos de los territorios legales- respondió Jack -¿Cómo te llamas hoy?-
-Supongo que Bredoteau, James para los amigos- dije pegándole un tiento al whisky que tenía servido frente a mí. -Buena bebida- añadí como agradecimiento.
-El agua y el bourbon están casi al mismo precio en estos sitios de modo que ¿por qué no beber algo decente?- Jack también bebió y se reclinó sobre su asiento. -De todos modos lo que te cobran no es la bebida, sino los negocios… y la seguridad- rió Jack.
-Vamos al grano- sentencié yo. Jack se apoyó sobre la mesa y me miró con desconfianza. Encargó otra copa para él y encendió un cigarrillo.
-¿Qué prisa hay?- preguntó suspicaz. -¿Estás en un aprieto Héctor?- me murmuró.
-No, sólo harto de ser tan rematadamente famoso- le respondí con sinceridad.
-¡Vamos chico!- exclamó con una carcajada. -Vuelas en un caza que duplica en velocidad a los militares y que estoy seguro usa tecnología experimental o algo más raro aún ¿Cuánta gente crees que anda preguntando por ese caza? El Fénix Azul es toda una leyenda, y tú eres su piloto- me explicó en un tono más íntimo. Llegó su copa. -Sólo cobran suplemento por la primera copa, de modo que no te prives- concluyó finalmente.
-La verdad es que prefería…- traté de insistir por mi parte.
-Haz caso a tus mayores, chico- me interrumpió algo molesto. -No es bueno ir tan rápido al grano No querrás llegar tan rápido al final de la vida como llegas al final de las conversaciones ¿verdad?- Jack se inclinó de nuevo sobre la mesa. -Escúchame bien pequeño. Tengo cincuenta y tantos y estos son los momentos que hacen que la vida valga algo. Luz de ambiente, una buena bebida, maderas nobles y notas de piano. Vívelo más despacio, es un consejo amistoso- enunció en tono adoctrinador mirándome a los ojos sin moverse. -Estos… y esos- añadió girándose para ver pasar mejor a una de las camareras vestidas de largo del local, quien a su vez se balanceó más ostentosamente.
-¿Qué tenéis los ancianos con vivir despacio?- bromeé acordándome de Ílidan.
-Que la vida es un poco como el dinero, cuanto menos te queda más lo aprecias-
-¿No pasa lo mismo con las camareras?- me burlé yo.
-Está claro que mil naves no parten por una cualquiera- declaró en referencia a Helena.
-Obviamente, diez años de asedio evidencian que la chica sabía hacerse valer-
-Y que tenía unas buenas piernas- Jack sonrió. -¿Qué canción te gustaría oír?-
-¿En un piano?- pensé un segundo. -El primer movimiento de Claro de Luna sin ninguna duda- declaré finalmente con sinceridad.
-Chico culto – me felicitó Jack al tiempo que pedía dos whiskies extra y la canción.
-Me criaron para mayordomo- confesé dándome cuenta de por qué Jack se ganaba bien la vida como enlace. Exudaba confianza por los poros de la piel.
-En la Tierra ¿eh?- llegó la bebida. -No debió de gustarte demasiado si te alistaste-
-No llegué a trabajar, sólo me formaron- admití con una sonrisa cínica.
-Bueno, en el caso de los mayordomos la formación vale mucho más que el trabajo-
-Puedes jurarlo- cerré la conversación yo. Pensé en mi familia por primera vez en mucho tiempo y me deprimí. La canción comenzó con sus acordes lentos. Pensé brevemente en mi padre, en mi madre y, sobre todo, en mi hermana. No tenía la más remota idea acerca de qué había sido de ellos. Tampoco me había preocupado demasiado hasta entonces ni me volvería a preocupar particularmente a menudo, pero los momentos que hacen que la vida valga algo, como los llamaba Jack, tienden a hacernos recordar mucho de lo que creíamos o querríamos haber olvidado. Otra costumbre de viejos supongo. A juzgar por la expresión en la cara de Jack yo no era el único que navegaba a la deriva por la memoria preguntándome por unos y lamentándome por otros. Dejamos correr los acordes en silencio, sin tocar nuestros vasos dónde el hielo se deshacía despacio. Aquel sitio tenía buena acústica, de eso no había ninguna duda. Cuando el pianista terminó con la sonata comenzó con algo ligeramente más alegre, como para tratar de animar el ambiente.

-¿Quién es el tal Williams?- rompí el hielo finalmente.
-Es el mandamás de este sitio- respondió Jack.-Llegó al poder tras uno de los por entonces frecuentes asesinatos de jefes mafiosos y consiguió hacerse con todo- Jack mojó los labios en whisky. -Daba protección gratuita a quienes aceptaran vivir según sus normas, nada de chantajes, nada de bandas. Quienes tienen locales pagan poco más de lo que pagarían en impuestos en cualquier otro lugar, quienes tienen locales para asuntos delicados como este pagan en base a lo que ingresan. Si quieres hacer negocios más te vale hacerlo en un local autorizado. El tráfico no autorizado, la extorsión y la violencia se castigan con la muerte, hay cámaras por todas partes y casi el mismo número de guardias.- relató Jack. -Eso sin entrar en la violación y el asesinato-
-Cuesta creer que la gente lo aceptara y que los traficantes estén cómodos así-
-Al contrario, la gente de a pie puede vivir en paz y sabiendo a qué atenerse, por eso le apoyaron casi desde el principio, en cuanto a los “hombres de negocios” en seguida comprendieron que resultaba más rentable llevar a cabo sus negocios en paz que arriesgarse a que les maten por llevar el paquete equivocado- contestó sonriendo ampliamente. -Williams ofreció un servicio policial íntegro y con mano de hierro, irónicamente eso era justamente lo que el montón de piratas que habitaban esta estación necesitaba. El chico subió sin que le vieran. ¿Sabes? Alguien tenía que hacerse cargo del mantenimiento de la base, recambios, técnicos, pertrechos, maldita sea ¡hasta el aire! Williams entendió en seguida que encargándose de todo eso ganaría mucho dinero y mucho apoyo entre los civiles-Jack hizo una pausa de efecto. -Los mafiosos le despreciaban pero le dejaban en paz, a fin de cuentas alguien tenía que hacerlo. Para cuando sacaron la cabeza de sus guerras de bandas y quisieron darse cuenta Williams era el hombre más rico y querido de toda la Perla de Afrodita y… bueno, el resto de la historia la tienes ante tus ojos- terminó Jack.
-Un tipo listo, perfil bajo y golpe inesperado. Clásico pero eficaz- resumí yo.
-Inesperado y bien cimentado, ahí está el mérito- me corrigió Jack. -Muchos tipos listos caen por estar demasiado seguros del tamaño de sus pelotas, si vas a dar un golpe tiene que estar construido sobre algo más que sobre tus genitales o te los aplastarán- me aconsejó en tono de confidencia. -Intenta recordarlo chico culto- añadió más serio.
-Lo haré- respondí sin terminar de entender de qué me hablaba.
-Bueno…- comenzó Jack mirando su reloj. -Supongo que mis chicos ya han acabado de cargar tu pago en tu nave, de modo que podemos hablar de negocios-
-¿Supones que he tenido éxito? Cuanta confianza- bromeé yo, puesto que hubiera sido completamente estúpido aparecer sin mi parte del trato cumplida. Jack dijo algo que no entendí mientras me agachaba a coger la caja con la cabeza de Kevin.
-A esto lo llamo yo traer la cabeza de alguien en bandeja- bromeó Jack tras comprobar el contenido. -De todos modos ¿para que necesita un supresor inercial clase iota alguien que pilota siempre monoplazas?- inquirió con un deje malicioso en la mirada.
-Es para un amigo- respondí simplemente mientras Jack bajaba la caja de la mesa.
-Un amigo con una nave descomunal- rió Jack pidiendo la cuenta. Los supresores inerciales se empleaban para poder viajar a gran velocidad fuera de las astropistas y se clasificaban empleando las vocales griegas desde alfa hasta omega. Un clase iota era un supresor considerablemente grande, como para una nave con varias decenas de tripulantes. El caso es que los supresores inerciales, comúnmente denominados hiperimpulsores por cercanía en el imaginario de la gente con la ciencia ficción, resultan considerablemente caros por lo que prácticamente sólo los militares los utilizan, y únicamente en una parte de sus naves. Jack y yo salimos del local y nos despedimos en la puerta del mismo.
-¿No quieres que te acompañe a verificar la mercancía?- intervino Jack antes de irse.
-¿Para qué? No puedo comprobar si funciona en el compartimiento de carga de mi nave, además si me han dado algo defectuoso no es a ti a quien tendré que hacerle la visita de cortesía- respondí comenzando a caminar.
-Muy cierto, espero que volvamos a trabajar juntos en el futuro- se despidió Jack definitivamente. Al parecer haber tenido una formación similar es suficiente para que dos personas confraternicen en un rincón sin ley del sistema solar que flota sobre nubes de ácido sulfúrico. El más candente de cuantos cuerpos orbitan el Sol, un planeta precios desde la distancia, un lugar venenoso, corrosivo, e irremediablemente mortal desde cerca. Bien pensado Venus era la perfecta encarnación de la diosa griega del sexo, y de buena parte de las mujeres contagiadas con su magia.


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