En este ejercicio teníamos que hacer la descripción de un lugar y luego una escena que pasara en ese lugar y que fuera afín con el mismo. Éste es el resultado. Personalmente no estoy demasiado entusiasmado pero había que hacerlo. No sufráis demasiado con la lectura.
Ejercicio sobre descripciones
“El Alce” se encuentra cerca del puerto, en una de las callejuelas decrépitas de la gran ciudad. En realidad “El Alce” se encuentra demasiado cerca del puerto. Nada de mástiles, velas y gente vistiendo polos mientras comentan el estado del Dow Jones. Allí sólo había barcazas de pesca con más años que el propio puerto y que perdían más combustible del que gastaban. De día llegaban hasta el local los sonidos del puerto y las bocinas de los barcos. De noche, los callados cuchicheos de quienes, por algún motivo, preferían descargar sus barcos a las tres de la mañana.
Sólo la más abyecta magia arcana podía explicar que aquel edificio siguiera en pie. A juzgar por su estado, el viejo bloque de ladrillo debía haber visto el alzamiento y la caída del tercer Reich como poco. La calle estaba desierta. Miré hacia arriba y los neones de aquel lugar me saludaron pálidos y titilantes. Al menos los que seguían en su sitio lo hicieron. Aquel letrero había sido destrozado a pedradas mucho antes de que el sitio se hiciera famoso y nunca llegué a saber qué rezaba en él. “El Alce” debía su nombre a la enorme cabeza, probablemente sintética, que colgaba sobre la barra. Fijándose uno podía advertir que el cartel lo formaban tres palabras, quizás la última empezara por B.
Daba lo mismo. Bajé las escaleras que conducían al sótano y atravesé la maciza puerta metálica que daba paso al interior. Dentro no había prácticamente nadie. El local en sí no era gran cosa, un pequeño escenario, una barra repleta de alcohol y un espacio cuadrado entre las dos cosas. Uno podía suponer que las paredes habían estado acolchadas en el pasado en la misma medida en que podía suponer que el material abombado y marrón del suelo era madera. Me senté en uno de los taburetes frente a la barra, y saludé a la camarera con un gesto. Una niña de dieciséis años de pelo negro, ojos claros, largas piernas, figura delicada y un vestido con falda corta al más puro estilo de maiden. Siempre y cuando aquel estilo hubiera incluido un liguero con pinchos, muñequeras a juego y mitones rematados con placas metálicas. No hablaba mucho ni sonreía demasiado, me caía genial.
-Llevamos media hora aquí- chilló Casey desde el escenario.
-Yo acabo de llegar- cuando me giré hacia la barra Melody, cuyo nombre nunca supe, me había servido una copa y estaba sirviendo dos chupitos de algo ocre.
-Buenas noches a ti también- dije brindando con uno de los diminutos vasitos. Ella cogió el otro y lo levantó mientras bajaba la mirada, ambos bebimos, y volvimos a nuestras respectivas vidas.
En el escenario el técnico de sonido del “Alce” hacía lo que podía con la acústica del local mientras los chicos trataban de afinar, el bajista contratado era nuevo, un hombre en la treintena que, con algo de suerte, sería más serio que el anterior, Casey y su hermano discutían sobre que canciones iban mejor con el sitio mientras éste sopesaba sus baquetas. Sus brazos parecían sacos llenos de melones y hubieran hecho falta tres estibadores para darle un abrazo pero era un tipo genial. La chica era un demonio sobre el escenario: siempre mandando, exigente y sin paciencia, pero a aquel tío le corría tila por las venas. Casey llevaba su corsé de cuero, sus pantalones de cuero, sus botas de cuero… debía llevar como media vaca encima. Media vaca pensada, diseñada y cortada para que uno no pudiera aparta la vista del escenario, o de donde fuera que estuvieran ella y su guitarra. Empezaron a sonar bien dos copas después de que llegara. El dueño del “Alce” estaba sentado dos taburetes más allá echando cuentas y bebiendo whisky. Personalmente prefiero hacer números sobrio, pero era su bar. Perdía dinero mes tras mes y nadie sabía por qué le tenía cariño entre todos sus negocios. No era el más grande, no fue el primero, no era el único con música en directo, pero era su bar.
Entró con paso decidido y una camiseta rosa eléctrico destrozada, que se sostenía por una sola manga y un gastado sujetador negro. El resto de su indumentaria eran unos tejanos raídos y unas botas paramilitares. No es que Casey necesitara nada en ese sentido, pero había pocas mujeres fuera de la industria del porno que pudieran competir con Judy en tamaño y desnudez. Claro que también había pocas que pudieran competir en precio. (dueño) la saludó de cuello a cintura y nadie dijo nada.
-Ei- la saludé cuando se hubo sentado a mi lado.
-Ei- contestó bebiendo de mi vaso. -¿Qué coño ves en esa niñata?-
-Es mayor que tú- respondí recuperando mi bebida y dando un trago.
-Que se vuelva con papi a jugar a golf-
-¿Qué quieres Judy?- le hice un gesto a Melody y me sirvió otra copa, no trajo nada para Judy.
-Pasa de Barbie y vente conmigo- dijo con un golpe en la barra. -Nos divertiremos-
-Me gusta tu estilo y todo eso, pero no voy a dejar a Casey-
-Sabes que soy diez veces mejor- dijo poniéndose frente a mí con sus ojos negros. Una particularidad de Judy es que llevaba lentillas de colores casi nunca naturales, por lo que aquel día sus ojos eran completamente negros. No es que nadie se fijara demasiado en sus ojos, pero seguía siendo un detalle curioso. -¿Y bien?- se quejó tras unos segundos.
-Ya conoces mis condiciones-
-Tres canciones- dijo sacando un unos raídos billetes de su pantalón y dejándolo en la barra. -Aunque es una pena haber tenido que recurrir a esto- Judy se acercó un paso más con su camiseta destrozada, tenía un lunar en el pecho izquierdo, por un momento pensé… una aguda nota me destrozó los tímpanos y me dejó doblado en el taburete antes de que el técnico pudiera devolver el fader de la banda de los agudos a valores aptos para el consumo humano.
-¡¿Tienes algún problema?!- grité en pie frente a la barra mientras Casey tocaba unos cuantos acordes con gesto distraído y sin mirarme. -Jod… ¡der!-
-¿Mami se ha enfadado?- dijo Judy con media sonrisa.
-Mami es una zorra- los oídos me zumbaban fuertemente.
-¿Nos vemos mañana?- cerró la conversación ella.
-A primera hora- dije con frotándome los oídos con las palmas de las manos.
Me giré hacia la barra e hinqué los codos en ella mientras me sujetaba la cabeza con las manos. Melody me retiró el vaso, echó el contenido por el fregadero y se puso a limpiarlo.
-¿Por qué has hecho eso?- me quejé yo.
-Veis un par de tetas y os volvéis idiotas- murmuró fregando el vaso con vehemencia.
-Era trabajo- Melody me echó una mirada de soslayó y siguió con lo suyo. El vaso que estaba frotando era ya el más limpio del local, y no parecía dispuesta a dejar de frotarlo. Cuando la puerta metálica se cerró Casey dejó su guitarra y se dirigió hacia dónde yo estaba, Sus tacones sonaban iracundos, firmes, rápidos, como si hubiera querido echar a correr pero no quisiera hacer el ridículo.
-¿Que quería esa PUTA?- preguntó sin esperar a que me girara.
-Judy quería que trabajara con ella- respondí enfatizando el nombre.
-Pues va a ser que no, trabajas para Spines of Steel- dijo con una sonrisa autosuficiente.
-Curiosa teoría, hace un par de días recibí el nuevo disco, con las canciones escritas por mí, y en la portada estáis tu hermano y tú, mi nombre no sale en los agradecimientos… estoy al mismo nivel que el bajista, un artista contratado-
-Pero eres MÍ artista, escribes MIS canciones-
-¿Ahora soy tuyo?- Casey subió un tono de rojo.
-Y por qué no trabajas para algún gordo barbudo- dijo arqueando una ceja
-No me han pagado ¿Por qué prefieres compartirme con un gordo que con Judy?-
-Por que sé como te va a pagar esa zorra- murmuró de brazos cruzados.
-En efectivo y por adelantado- dije con el dinero en la mano. -Además, mis tarifas son cosa mía ¿no?-
-Échate atrás- dijo entre dientes. -Dile que trabajas para mí- sus ojos echaban chispas lapislázuli.
-No a juzgar por tu disco, y no firmamos en exclusiva ¿Verdad?- estaba divirtiéndome horrores.
-Pues lo firmamos ahora- la respiración entrecortada hacía que le temblara el pecho ostensiblemente.
-¿Y romper un contrato? Mi palabra es sagrada para mí- dije con tono falsamente sentido. -Además el estilo Judy es muy personal y creo que podría ser una influencia artística muy poderosa-
-¡Es una puta de mala muerte! lo único que hace con arte es ¡comer rabos!-
-Puede- asentí manteniéndome frío. -Pero sin argumentos contractuales ni artísticos en contra, es decisión mía- hice una pausa. -A menos que tengas algún argumento… de otro tipo, creo que seguiré adelante con el trabajo… ¿Lo tienes?- sonreí con malicia.
-Pues… pues ¡Ojalá pilles SIDA con esa puta!- chilló antes de encaminarse al escenario. Echaba fuego, sus tacones casi agujerean el suelo y su guitarra iba a echar chispar aquella noche. Viéndola alejarse, con sus gestos de frustración evidente, con su corsé de cuero abrazado íntimamente a su busto y su cintura, más furiosa de lo que nunca la había visto, me di cuenta de algo: Lo de aquella mujer no eran unas caderas enfundadas en cuero, era una montaña rusa.