Acción, intriga, dolor de barriga, empieza la auténtica batalla en la cuarta entrega de este relato de ciencia ficción que espero esté causando sensación (vaya rima más tonta me ha quedado). Digo espero porque programé todas las entradas el primer día así que no lo sé. (1 página)
-¡Ya están aquí!- aulló por el comunicador, entre el ruido de los disparos, el soldado que se había marchado antes.
-Muy bien muchachos ¡hora de luchar!- nos arengó el sargento. Evans redistribuyó a los soldados en la trinchera bajo su mando y todos nos quedamos esperando.
Los disparos llovieron azarosamente desde el frente, respondimos a los disparos de forma igualmente azarosa. El enemigo estaba aún demasiado lejos como para podernos apuntar mutuamente.
-Guarda munición chico- me aconsejó Evans a mi lado. –Sólo nos están midiendo- añadió. Seguimos así durante un par de minutos sin conseguir hacer blanco ni sufrir bajas hasta que, de nuevo, se hizo el silencio. El enemigo empezó a aparecer en parejas y a avanzar a zancadas por el corredor. Nos vimos obligados a guarecernos de los disparos por lo que el ataque se complicó bastante. Me di cuenta de que Evans se centraba en los que no disparaban estirado en el suelo asomando por un lado de la trinchera de modo que traté de hacer lo mismo asomando la cabeza lo menos posible. Los disparos zumbaban por encima de mi cabeza y a mi alrededor, a duras penas conseguía distinguir los fogonazos de mis compañeros de los disparos enemigos. Sin embargo sí sentía con claridad el compás del reloj, como un pequeño metrónomo vibrando en mi muñeca. Tengo buen sentido del ritmo, es de las pocas cosas que me había ayudado a permanecer vivo hasta entonces, el único regalo que conservaba. Conseguimos abatir alrededor de una docena de enemigos antes de que desplegaran una pequeña red de barreras blindadas de medio metro de alto por uno y medio de ancho a lo largo del corredor. No tenía el aspecto de ser algo particularmente organizado, pero estaba claro que iban a plantarnos cara desde aquellas fortificaciones portátiles. Alguien gritaba tras de mí, al parecer le habían alcanzado los disparos, otro lo sacudió para que se callara y le vendó el brazo. El sargento arrojó el cuerpo de un tercero por encima de la trinchera sin asomarse, la sangre formó un segundo charco, el primero quedaba donde había sido abatido, mientras los últimos espasmos aún le sacudían. El sargento repartió la munición del caído entre los que habían disparado más de la cuenta y les previno para que no desperdiciaran munición. Me asomé tímidamente, pero no se veía a nadie tras las negras barreras.
-¿Y ahora qué?- inquirí con la adrenalina disparada.
–Si ves una cabeza dispara- ordenó simplemente el sargento colocándose en posición. El silencio y la espera se adueñaron en ese momento de la batalla, los asaltantes aparecían por oleadas, un segundo cada uno, de manera coordinada, y después volvían a esconderse. El sargento había tenido razón desde el primer momento, aquellos hombres y mujeres eran muy superiores a nosotros a todos los niveles. No sólo eran más numerosos y estaban mejor armados, sino que también tenían mejor entrenamiento, más experiencia, y una gran coordinación entre sus unidades. Apenas sí conseguimos alcanzar a un puñado de ellos antes de que las precisas y letales ráfagas de disparos hicieran mella en nuestros números. Los cuerpos de los caídos en la primera trinchera empezaban a dificultar el movimiento mientras la sangre se esparcía a nuestros pies, entremezclándose la una con la otra, coagulándose lentamente sobre el suelo del campo de batalla y vibrando al son de nuestras pisadas. Disparos y gritos, luego silencio, casi parecía haber un ritmo tras todo aquello. No sé porqué nadie me disparó, supongo que en ese tipo de situaciones sobreviven los que más suerte tienen.
-Nos vamos de aquí- me susurró Evans.
-Pero el sargento…- me giré para encontrarle pero no acerté a verle.
-Lleva muerto diez minutos- Evans hizo un gesto para que los que quedábamos nos replegáramos a la segunda línea defensiva. Apenas éramos una docena. –Chico, aquí no queda nada que hacer, repleguémonos al siguiente punto de reunión y volvamos a empezar desde allí-
-Pero nuestros compañeros…-
-Tenemos orden de replegarnos conforme ganen terreno, además, no tengo la menor intención de morir en este pasillo- sentenció con autoridad Evans.
-Pero…- estaba confuso y francamente asustado.
-¡Muévete o seré yo el que dispare!- Me gritó Evans con los ojos inflamados de rabia. Asentí, quedándome paralizado por la expresión del cabo durante un momento. Mientras él cogió un par de fusiles de los caídos y los recargó. –Volveremos con refuerzos- Mintió Evans al resto de los soldados, que sólo habían oído el grito final de nuestra conversación. –Vamos- añadió dirigiéndose a mí. Corrí hasta la esquina mientras el cabo descargaba los fusiles sobre las trincheras enemigas al tiempo que retrocedía algo más lentamente, con lo que conseguimos que el enemigo no asomara la cabeza y por tanto que no nos abriera la nuestra en dos.
-Cabo 8857E44 a control, el segundo puesto ha caído, maniobra de repliegue iniciada- comunicó Evans en cuanto empezamos a correr hacia el tercer puesto, al pié de las escaleras de emergencia, único punto de ascenso teniendo en cuenta que los ascensores estaban desconectados en el sentido más inhackeable de la expresión, se habían cortado los cables y las cajas estaban estrelladas contra el suelo, completamente inservibles.
-¿Porqué me has llevado de allí?- Le pregunté mientras corríamos por los pasillos.
-Ya te he dicho que tengo orden de hacerte retroceder según avance la batalla- dijo.
–Además, yo mismo no tengo intención de morir defendiendo una posición si hay la opción de replegarse a un lugar más seguro- añadió señalando la foto en su pecho.
-¿Y los demás?- pregunté mirándole a los ojos.
-No tengo órdenes de hacer que se replieguen ni ganas de discutir con ellos. Por otro lado, alguien tiene que cubrir nuestra retirada ¿No te parece?- sentenció Evans frialdad mecánica mas con un atisbo de remordimiento en la voz.–Puesto número tres, aquí el cabo 8857E44, estamos llegando a su posición, rogamos tengan la amabilidad de no abrir fuego contra nosotros- añadió por el comunicador acto seguido con cierta sorna.