Resurrección VII


-Todd es un viejo amigo, tiene muy buen ojo para la gente, en realidad muy buena nariz, cosas de los cánidos, no admito a nadie en nuestra… hermandad sin su aprobación-
-¿Quién demonios eres?- pregunté con expresión de estar al borde de la catalepsia.
-Las presentaciones, sí, sí, discúlpame Héctor ¿Dónde he dejado mis modales?- comenzó el anciano aceleradamente. –Soy Ílidan, y supongo que para ti soy un druida, o una alucinación perimortem- añadió bebiendo otro poco de té.
-Y usas a un lobo para decidir quien es apto para formar parte de tu hermandad-
-Sí- quedó callado un segundo.-Le he dicho muchas veces que busque un aspecto que despierte menos miedos subconscientes, pero para él luchar contra esos prejuicios es una cruzada personal…personal, curioso adjetivo para las acciones de un lobo-
-Ya… Luther King hecho lobo- suspiré y me serví otra taza de té.
-En realidad no creo que Todd se hubiera metido en el tema de Vietnam… la política internacional se le escapa. Ya sabes• como es un lobo. Pero hubiera luchado contra la pobreza derivada de la mala distribución de la riqueza que había en el siglo XX…y en tantos otros en realidad. Los animales tienen muy arraigados el concepto de equilibrio y la dependencia que los fuertes tienen de los débiles, está en la cadena trófica. Si los ciervos mueren los lobos sufrirán, en su mundo es más claro que en el nuestro- me explicó con calma mientras miraba la costa. –El mar es tan grande… da pavor…-
-Creo que ya lo entiendo todo- respondí tomándome el té que me quedaba. –El disparo ha cruzado mi cabeza de tal manera que en lugar de matarme me ha dejado agonizante y esto es el resultado de los últimos impulsos nerviosos de mi cerebro destrozado y delirante- afirmé con esa extraña calma que inunda a quienes se ven sumidos en situaciones tan absurdas e incontrolables que ni siquiera merece la pena tratar de cambiar.
-Prefería druida a alucinación perimortem la verdad- Ílidan se echó hacia atrás en su asiento. –Estás en el Valle de los Mil Caminos- anunció con tono rimbombante y solemne.
Desde prístinas eras únicamente un puñado de seres ha sido dotado con la capacidad de comunicarse con el gran Guía de las Sendas y por tanto de acudir a este su valle. Eres uno de ellos. Sólo el propio Guía sabe qué hace digno a un ser de entrar en el valle. Hombres de toda condición moral, etnia, edad, capacidad mental, religión, animales también. El único requisito indispensable parece ser capaz de engendrar pensamientos. Sólo el Guía decide. Sólo el Guía dispone. No obstante con el paso, o mejor dicho el no paso del tiempo, los adeptos del Guía hemos encontrado los caminos para mejorar la conexión de nuestras almas con el arcángel. Yo, como sumo sacerdote del Guía de las Sendas, velo por el bien del Valle de los Mil Caminos y de cuanto mora en ello.-
-¿Me estás diciendo que no te necesito en absoluto?- lo interrumpí con intención de molestarle.
-Un hombre de tu era, sin el apropiado entrenamiento, encontraría los métodos del Valle de los Mil Caminos harto complejos e intrincados. Pero sí. Sólo el Guía decide. Sólo el Guía dispone.- me respondió tras resoplar con hastío. –Hay quienes lo han conseguido por su cuenta, no obstante hoy te ofrezco formar parte de nuestra hermandad como adepto del gran Guía, al que, dicho sea de paso, espero que trates con más respeto del que muestras hacia mí- el druida conservaba la calma con notable trabajo.
-Ah pero ¿tu lobo me ha dado el visto bueno?- pregunté riendo interiormente.
-Sí… Todd te considera esencialmente buena persona aún con todo- explicó el anciano.
-Bueno es saberlo… siempre quise un amigo con buena visión nocturna- me burlé.
-Creo que no me estás tomando nada en serio- el anciano parecía verdaderamente irritado.
-Disculpa, pero entre el té y los lobos que hablan sólo te falta el sombrero. Igual si hablo con el manatí de la persuasión nos entendemos ¿o está luchando contra la discriminación laboral?- comencé a reírme con estrépito.
-Ya te he dicho que soy de las montañas, no conozco a ningún manatí-
-¿Una cabra pues? ¿Una musaraña? ¿Una culebra quizás?- le interrumpí yo riendo más alto todavía.
-Un puercoespín te iba a hacer tragar… crío irrespetuoso e impertinente- masculló.
-Vamos… vamos… quiero pasar el tiempo que me quede hasta desangrarme de buen humor, no te enfades por eso- traté de calmarlo a la vez que corté mi risa.
-Como quieras- suspiró el anciano. –Implorando guía en el camino al pasado- vociferó a continuación.


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