Os dejo aquí el triunfo del trabajo sobre la inspiración, de la industria sobre el arte, de mis pelotas sobre las musas. Ayer decidí que escribiría un poema sí o sí, porque lo tenía que publicar hoy y, contra todo pronóstico, lo he conseguido. Ya me diréis qué os ha parecido el resultado.
Sombras de acero
Tras las murallas de piedra
Desgajadas y viejas,
Una mendiga
Y un estulto poeta
Bailan bajo la luna llena.
Gritos y pasos
Y transeúntes sordos
Responde la ciudad
A tus acordes rotos
Y tu silencio almibarado.
¿Y qué susurras tú?
Niña del saxofón
Que te desgañitas contra el cemento
Arrancándole notas al metal,
Esquirlas de corazón
Que le robaste al viento.
Pero nadie le roba
Arena a su reloj,
Ni hay héroes ni hay amor
En las sombras de la póstuma alcoba.
Y por eso te entrego
Un pedazo de alma,
Tinta papel y sueños,
Dos monedas de plata
Que te dará el barquero.
Para que podamos bailar,
Y tú no seas mendiga
Y yo no sea poeta,
Sólo muertos, mi niña,
Sin memoria ni ajuar,
Dos extraños que sueñan
Bailando bajo la luz de la luna llena.