-¿Siguen bailando los números?- Mila tenía en ese momento diez minutos para desayunar y traía un café con leche muy claro y una generosa pasta de crema. Elías miró las operaciones mientras la camarera se sentaba frente a él, Todos ordenados y pulcros.
-Algo les ha hecho gracia… cosas de las multiplicaciones- Elías le devolvió a Mila la libreta y los lápices. La colonia de ella era fresca y ligera, cítrica probablemente.
-Impresionante, deberías plantearte comprarte un caballete- Mila mordió su pasta.
-Sólo se dibujar a lápiz, y ahora que hay ordenadores ni pasar a tinta sabría- exageró Elías. Cualquiera que hubiera estudiado en su época, como se suele decir, tendría grabadas a fuego en el alma las técnicas de dibujo impartidas, incluida la tinta.
-Aún así, un día tengo que traerte una hoja más grande- Le sonrió con una miga en la mejilla. Mila era un tanto descuidada a la hora de comer. Elías sonrió y bajó la cabeza. Olor a frutos del bosque secos de nuevo. Estuvo por preguntarle a Mila, pero se abstuvo. No dijeron nada más. Mila terminó de comer y contemplo con asombro los minúsculos detalles del dibujo de Elías, quien se marchó tan pronto como ella acabó su almuerzo.
Al salir a la calle fue cuando se percató de que aquel iba a ser un mal día, o mejor dicho, un día alucinógeno. Los edificios se quedaron desnudos, ausente todo rastro de inquilinos, desnudos sobre sus estructuras. Las tablas de resistencia de materiales, viejas compañeras de fatiga, se amontonaban sobre la acera mientras en su cabeza resonaban los cálculos de peso por metro cuadrado que debían resistir los suelos de los distintos edificios. Nadie había querido correr riesgos, los márgenes eran holgados. Un coche pasaba a 5.5 metros por segundo, teniendo en cuenta que el peso del mismo es de 1120 kilogramos, su energía cinética es de 16.940 joules. Elías se detiene en seco, mira al cielo y suspira, de forma pausada, de forma tranquila. Al volver su vista al suelo un hombre está tendido en sobre la tabla de resistencia del acero con un 1,6% de carbono. De sus entrañas palpitantes surgió un líquido espeso y oscuro, quizás un buen café, que escribió versos de Neruda sobre el lienzo de la acera. El cadáver abre los ojos y Elías cierra los suyos ¡Dichoso olor a frutos del bosque!
Suena el despertador y nuestro protagonista se encuentra en su cama, contempla el techo y suspira, quizás suspira y contempla el techo, él mismo no lo tiene demasiado claro. Es miércoles, por lo que supone que no había sido todo un sueño, sólo recuerdos y alucinaciones. Lo cierto era que la idea de que sus alucinaciones empezaran a ser lo bastante plausibles como para confundirse con sus recuerdos verdaderos le aterraba. Por el momento su miedo se había demostrado infundado. Elías se levantó de la cama y se preparó el desayuno con metódica eficiencia. Ya en la mesa, contempló el café mientras lo removía con la cucharilla. Oscuro, espeso y amargo.
(07/03/11)
Espero con impaciencia la nueva entrega el miercoles!!
un beso!
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Un beso, querido.
PD: Ya ves que hoy estoy que me salgo… jejeje
Es miércoles, por lo que supone que NO había sido todo un sueño, sólo recuerdos y alucinaciones.
XD…. me alegro de que te haya gustado la siguiente parte ya está colgada y tampoco es un sueño nada de lo que pasa en él … Muchas gracias por tus comentarios… aunque me meta contigo los aprecio 🙂 y sip… todo lo que hago e smuy mío… es lo que más me gusta de mí como autor… Gracias por tus comentarios wapa… besines